Yo,
ansiosa de soñar,
tengo
el insomnio más grande de toda mi vida.
Llevo
días buscando el que hacer
empapándome
de libros.
Cuesta
obtener oxígeno en tierra.
Pero
ahogarme en el sudor de lagrimales
ya
no es una opción,
pues
aprendí que en el fondo del agua
también
se puede respirar.
Quizás
de haberlo sabido
habría
salido corriendo hace tiempo.
Pero
nunca supe, y así
resulta
fácil ser valiente.
Me
he perdido entre las razones de Escandar,
las
cosas que no supo responder ni Marwan,
en
el cuarto del Mago,
y
en las distancias de seguridad de Boza.
Jodidamente
perdida.
Para
acabar dándome cuenta
que
como dice Lena,
la
única manera de encontrarme
fue
acordándome de ti, maldito.
Y
que putada.
Porque
lo mejor del sin mí,
era
el contigo.
Desde
el momento que me di cuenta que caía
en
el vacío de esos ojos para llenarme
(no
se muy bien de qué).
Las
copas de más hace tiempo que las superé,
mi
visión, habla y juicio andan afectados.
Atlas
se está quedando sin fuerzas para sujetar mi mundo,
mi
sentido y mi común hace horas que no se soportan.
Las
Navidades de las que habla Andrés nunca llegan
porque
tú ya nunca vuelves.
Ernesto
y yo seguimos debiendo lunes por doquier
y
empiezo a pensar,
que
Afrodita nunca ha estado enamorada.
Escrito por María González Torres. ©