"Tengo que volver a mi planeta."
Siempre
que me doy cinco minutos,
nunca
llego.
Ojalá
supiera irme sin más.
Pedirte,
por
ejemplo,
que
me olvides.
Aunque
nunca del todo.
O
que te quedes,
y
sueñes tú conmigo.
Ya
ves,
lo
bonito de las dudas me lo han contado tus labios.
Todo
eso de las personas adecuadas
en
momentos inoportunos
(o
quizás era al revés),
eso
de:
¿habremos
aprendido a volar queriendo ser aire?
¿Nos
habremos buscado donde las calles no tienen nombre?
O
¿dónde nos habremos dejado la humildad emocional?
Expectativas,
esas grandes hijas de puta.
La
voz desgastada de quien quiso gritar
y
no tuvo palabras.
Que
soy experta en eso de castillos en el aire
o
vender la leche antes de comprar la vaca.
Pero
te gustaba así,
marciana.
Me
besabas mientras decías que el mundo podía cambiar.
Aunque
no querías que cambiara.
Que
sabías el donde,
sin
saber el cuando.
Mas
ahora toca desaprender,
porque
ir en contra de uno mismo
es
la mayor manera de ponerse barrotes.
Y
una vez convertido en jaula,
difícil
es
volver
a ser casa.
A
pesar de todo,
brindo
por nosotros,
que
nunca lo fuimos.
Pero
fue un placer intentarlo.
Escrito por María González Torres. ©