A mi yo romántica de hace cinco años.
No te rindas, espera, que
al final todo llega. No rompas los cristales color rosa con los que ves ahora
la vida. Que de ese color es más bonita, aunque duela. No te dejes influenciar
o desilusionar. No desesperes y sigue soñando bonito. Sigue viviendo en esa
pompa que no permite que pises el suelo. Deja los zapatos de plomo bien lejos.
Eso sí, agárrate fuerte que vienen unas curvas de
cojones. Y como no, y como siempre, no vamos a llevar el cinturón de seguridad
para aguantar todo lo que venga. Vamos a ir sin ruedines, sin frenos y con las
rodillas raspadas de caer por la vida entre mitos, leyendas y amores a primera
vista. No vamos a guardar las distancias de seguridad y nos vamos a pegar unas
hostias de puta madre.
Pero cinco años después, te puedo decir, que hemos
sobrevivido (a pesar de las secuelas). Así que, no dejes de luchar. No dejes de
vivir las cosas de cero a cien, al cien por cien. Ni vuelvas a matar a una sola
mariposa. No te preocupes, que cuando no son bienvenidas, ya se extinguen
solas.
Y por último, y no por eso menos importante, olvídate de los sentimientos en modo avión, y vuela. Porque cuando empieces a despegar alguien se va a fijar en tus alas, te van a elegir, vas a perder el complejo de Ícaro y ya nadie va a poder quemar tu fuerza.
Y por último, y no por eso menos importante, olvídate de los sentimientos en modo avión, y vuela. Porque cuando empieces a despegar alguien se va a fijar en tus alas, te van a elegir, vas a perder el complejo de Ícaro y ya nadie va a poder quemar tu fuerza.
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María González Torres.
Imagen: Mackaoui.