Paradojas
como que necesito parar a respirar porque estoy tomando demasiado
aire. Tener los pies en tu cielo, y hoy que anden rozando el suelo.
Las alas aún no me las ha regalado nadie, y os juro que con ellas
podría salvar el mundo (al menos el mío). Ando con mirada apática,
pero todavía soy las ganas de Jack; todavía me gustas tú, en todos
tus formatos; y aunque ya no escribas, todavía eres mi “escribiendo”
favorito. A ti, ¿hay algo que te erice la piel? Porque si juegas con
fuego pero no acabas envuelto en llamas, no renta. Ahora, me haría
torre. Por no haber sabido ser faro.
¿Seguirá
girando el mundo en tu ombligo? ¿Seguirá girando mi ombligo en tu
mundo? Tus expresiones se las sigo contagiando a otros, venéreas. Yo, que siempre he sido de llegar tarde a ningún sitio, pero llego y bueno,
nunca soy el momento. Que para salir corriendo primero tienes que
saber a donde quieres llegar. Terminar con un “vale” las
despedidas y soltar de golpe todo lo que creía tener, y no tengo.
Porque cerrar las puertas siempre resulta más fácil si las dejas
medio abiertas.
No sé a cuento de qué, pero estoy
creando un caparazón que me viene de puta madre.
Escrito por María González Torres. ©