viernes, 28 de enero de 2022

Mereces la pena de cojones

  



    Yo también lo entiendo, pequeña. Que si el simple aleteo de una mariposa puede desencadenar un terremoto en el otro extremo del mundo, ¿cómo no ibas a tener miedo a volar? Si decidiste perder tu silla por encontrar algo mejor, salir de la zona de confort y dejártela por los tobillos. Si te salió precioso, si estás preciosa. 


    Si ya lo sabemos, que lo de navegar por las lunas de insomnio es más propio de Benedetti que de ti, que de eso, también se sale. Que hay que ser valiente; soltarte si vienen curvas, y disfrutar del baile. Sonreír, aunque no sepamos lo que venga, que ya veremos qué es. Si ya sabemos de buena cuenta que no hay que tener prisa por coger los trenes, que los acabarás cogiendo sin mirar. 


    Ahora que podemos ver las dos caras de la moneda, ahora que conocemos las de cal y las de arena, ahora que ya podemos salir de las trincheras sin necesidad de disparar. Que se fueron las nubes de la mente, esas que tantas otras veces nos emborronaron la vida. 


    En este instante en el que por fin reconoces el reflejo que te devuelven los espejos, quiérete. Quiérete por si vuelven las vacas flacas, la niebla y la opresión en el tórax. Quiérete porque mereces la pena, mereces la pena de cojones.



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María González Torres. 

Imagen: René Merino (@rene_estamal)

lunes, 22 de febrero de 2021

Dos años de vida compartida.



Nunca pensé que en una foto tan pequeña 
pudiese caber tanto futuro, el nuestro.


Eres risa, secreto y verdad.

Eres certeza, fortuna y calma.

Eres refugio en mitad de la tempestad,

isla en mitad del océano,

agua en mitad del desierto.

Eres casa.

Eres la llave de todos los candados.

Eres fuerza, relevo y apoyo.

Eres la mano que cojo, y el codo.

Eres seguridad, sin distancias.

Eres viaje, billete de idas y venidas, 

pero sobre todo de vuelta.

Eres la tregua, bandera blanca.

Eres los cuatro elementos de la naturaleza,

contenido y continente,

así como todos los ríos que desembocan en mi delta.

Eres beso, caricia y abrazo.

Eres la locura más cuerda que conozco,

pero sin ataduras, sin jaulas.

Eres timón sin anclajes.

Eres aguja que me recuerda donde está el norte.

Eres mapa, ubicación y la equis donde está el tesoro.

Eres oro, y el tiempo que vale.

Eres todos los elementos de mi tabla periódica.

Eres horas, minutos y segundos. Todos.

Eres ganas.

Eres sábanas, mañanas y suspiros.

Eres medicina, cura y salud.

Eres arte, poesía e inspiración.

Eres en verso, en prosa y mi mejor metáfora.

Eres flores, raíces y mi jardín.

Eres átomo y Universo a la vez.

Eres vida, la mía.










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María González Torres. 

Imagen: María González Torres.

domingo, 14 de febrero de 2021

¿Qué nombre te hubiese gustado tener?






    Me llamo María, al igual que mi abuela materna. Este nombre no me dejó originalidad, por supuesto. Tampoco me dejaron un apellido de renombre, ni grandes herencias o prestigios. No fuimos personas célebres, ni famosas ni destacamos demasiado en nada de lo que hicimos como para que al oír nuestro nombre supieses quienes somos.

    Lo que espero que represente mi nombre es: la fuerza del carácter de mi abuelo Gilberto, la bondad de mi abuela María, el honor de mi yayo Luis y la personalidad vivaz de mi yaya Antonia. Espero haber heredado la seguridad de mi hermano Luis, la creatividad de mi madre Carmen y la facilidad para ser sociable de mi padre Jose Luis.


    Si mi nombre conlleva todas estas cosas, a mí que no me den otro, que me enseñen a aprender de cada una de sus cinco letras y acabe siendo una quinta parte de lo que fueron, son o serán ellos.






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María González Torres. 

Imagen: https://sersaludables.org/la-importancia-de-armar-su-arbol-genealogico/