Yo también lo entiendo, pequeña. Que si el simple aleteo de una mariposa puede desencadenar un terremoto en el otro extremo del mundo, ¿cómo no ibas a tener miedo a volar? Si decidiste perder tu silla por encontrar algo mejor, salir de la zona de confort y dejártela por los tobillos. Si te salió precioso, si estás preciosa.
Si ya lo sabemos, que lo de navegar por las lunas de insomnio es más propio de Benedetti que de ti, que de eso, también se sale. Que hay que ser valiente; soltarte si vienen curvas, y disfrutar del baile. Sonreír, aunque no sepamos lo que venga, que ya veremos qué es. Si ya sabemos de buena cuenta que no hay que tener prisa por coger los trenes, que los acabarás cogiendo sin mirar.
Ahora que podemos ver las dos caras de la moneda, ahora que conocemos las de cal y las de arena, ahora que ya podemos salir de las trincheras sin necesidad de disparar. Que se fueron las nubes de la mente, esas que tantas otras veces nos emborronaron la vida.
En este instante en el que por fin reconoces el reflejo que te devuelven los espejos, quiérete. Quiérete por si vuelven las vacas flacas, la niebla y la opresión en el tórax. Quiérete porque mereces la pena, mereces la pena de cojones.
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