domingo, 17 de marzo de 2013

Insomnio.


Este domingo se me está clavado en la clavícula. A punto estuve de nada y ahora se me queda todo a medias. Me sobra la mitad de la cama sin ti, me sobra media alma (porque sí). Y hablando de mitades, como echo de menos esas medias sonrisas en mitad de la noche.Todo a media luz, como los besos de salón, por ejemplo. Será que el reloj me duele, que me sale sólo tu nombre (bueno más bien se me atraganta). Y es que mi sístole ya no va sin tu diástole. Menudo colapso arterial. También sigo notando algún que otro abrazo que no me cabe en el pecho y me suenan las tripas porque tengo hambre (mucha) y las mariposas ya no me sacian... Que te echo de menos y me muero de todo menos de sueño.

Escrito por María González Torres. © 

lunes, 4 de marzo de 2013

Infancia.



Este no es el mundo que imaginábamos de pequeños, en el que íbamos encima de panteras por las calles, volábamos desde cualquier escalón y nos creíamos que éramos las mejores estrellas del rock. Nos parecía sencillo ser madres, profesores o médicos. La mayor preocupación en este lugar era que no se moviera entre la oscuridad ese abrigo apoyado en la silla que parecía ser alguien vigilándote pero para evitar esto todas las estrellas se encontraban en nuestras habitaciones, pegadas al techo, iluminando esas sombras. En ese planeta no había contaminación en el aire, sólo pompas de jabón, las cuerdas no apretaban los cuellos sino bailaban con los pies. Éramos expertos cazadores de tesoros. Por las noches, bastaba con las palabras que salían de la boca de tus padres en forma de cuento para poder convertirte en cualquier cosa, la que quisieras. Ay los niños... queriendo crecer sin darse cuenta que los adultos lo que más anhelamos es ese mundo.

Escrito por María González Torres. ©