La
parte trasera de un coche oliendo a mar, empañados. Empeñados. Como
quien buscando paz encuentra la mejor de las guerras. Y ahí, en
plena batalla, proclamé una tregua para acabar tirando a mi propio
tejado todas esas piedras que no pensaba arrojar (por todo eso de los
pecados...) A pesar de que no te vi venir, no puedo dejar de
mirarte. De modo que finalmente llegas a ese límite, que ahora,
tiende a infinito, pero contigo. Que me rescatas con sólo una
sonrisa. Como si estuviera a salvo, como si estuviese en casa. Que
acabas por ser el continente y el contenido. Aunque seamos pura
dinamita, pienso quedarme si todo explota por los aires. Porque
mentando a Neruda; tú encontraste mi punto débil y mereces la pena,
los riesgos y la vida.
Y
recuerda: dile a quien dice que no podemos, que ya veremos, corazón.
Escrito por María González Torres. ©