martes, 9 de diciembre de 2014

Rescatando mi sonrisa.



La parte trasera de un coche oliendo a mar, empañados. Empeñados. Como quien buscando paz encuentra la mejor de las guerras. Y ahí, en plena batalla, proclamé una tregua para acabar tirando a mi propio tejado todas esas piedras que no pensaba arrojar (por todo eso de los pecados...) A pesar de que no te vi venir, no puedo dejar de mirarte. De modo que finalmente llegas a ese límite, que ahora, tiende a infinito, pero contigo. Que me rescatas con sólo una sonrisa. Como si estuviera a salvo, como si estuviese en casa. Que acabas por ser el continente y el contenido. Aunque seamos pura dinamita, pienso quedarme si todo explota por los aires. Porque mentando a Neruda; tú encontraste mi punto débil y mereces la pena, los riesgos y la vida.



Y recuerda: dile a quien dice que no podemos, que ya veremos, corazón.


Escrito por María González Torres. ©

lunes, 20 de octubre de 2014

Y no saber como hacer para deshacerte de todo el mundo.




Cuando te juntas con un extraño solo miras al suelo o al cielo. Yo no podía parar de mirar sus ojos. El caso, es que creo en la teoría del caos, en que si algo puede salir mal saldrá mal, en Murphy. En todo eso de que las cosas cuando caen, caen por el peor lado. Quizás sea cierto eso de que Migo no sabía ser sin Tigo, el problema es que Tigo solo sabía ser cuando no era conmigo. Ahora todos han huido, menos yo. Que no supe. Pero que sabréis vosotros, si no habéis visto como se le achinan los ojos cuando sonríe. De verdad, digo. Y joder, se me rompen las costuras, ando mordiéndome las ganas, las uñas y la paciencia. Ojos hinchados de llover muy fuerte y un no saber si tiemblo, como dicen, de frío o de miedo. Tengo una pecera en la que me ahogo, unos buenos pies de plomo y poco tiempo para salir a flote. Que no hablo de que sea difícil o que sea imposible, sino de que no es. Hablo de que para regresar y para casi todo es tarde... Solo te pido una cosa, podemos parar el mundo sólo con mirarnos, recuérdalo. Porque buscando tu sonrisa estaría toda la vida.

Escrito por María González Torres. ©

sábado, 20 de septiembre de 2014

Levitar sin aire, queriendo ser viento.


Reconoce su mirada en un bar, es ella, Soledad. Fugaces atraviesan los recuerdos cuales dardos. Le susurra que se necesitan dos para bailar un tango. Bailan. Y joder, que nostalgia más bonita tienes. Pero hazte así que tienes un poco de melancolía en el labio y te sobra azul en la mirada.

Estaba muerto por dentro. Llevaban 500 días juntos y alguna noche más. Apestaba a ron barato y sus manos siempre olían a marihuana. Las persianas hasta abajo no fuera a ser que las luces simularan las pecas de un amor pasado. O no tan pasado. Caparazón, para ahuyentar todo lo que no fuera ella. Posiblemente era el único donante de corazón que seguía vivo.

Un cara a cara. Sin ser la cara de él, ni la de ese amor. Espirales.

Dormir en la cama con ella siempre se antojó un reto. Sobre todo, si era a partir de las dos de la madrugada y le daba por bailar descalza sobre las sábanas. Y justo entonces, era cuando llegaba la parte de hacer el idiota junto a ese mensaje que a la mañana siguiente te odias por haber enviado, o por gilipollas. Que más da.

Suena Angie de los Rolling, sube el volumen. Desconecta. Como quien no espera, pero deja la puerta abierta.

Solo le queda decirse a si mismo “no vayas a besarme la nuca, ahora es tarde. Me temo (muy a tu pesar) que tengo que despedirme de ti, Soledad.”

Ya ha llegado Esperanza y a Gloria -esa eterna impuntual- espero, que no le quede mucho camino.



Escrito por María González Torres. ©

miércoles, 23 de julio de 2014

Desverterse.





Ya os digo que la vida no es como os imagináis. Yo, que nunca supe ser conmigo, me siento tan gigante (además, tengo una sonrisa a juego, que me queda de miedo). Sigo sin saber querer a medias, tampoco sé echar de más sin echar de menos. Y aún conservo unos cuantos recuerdos crónicos. Estoy ebria de vivir aunque admito que me acojona tener una resaca de muerte. No soporto a los capullos perdona-vidas, a las personas intermitentes, los “no puedes”, los “no debes”. Me estoy volviendo intolerante a Whatsapp y a la superficialidad que se come al planeta. Harta de personas sin vértigo, de no ver tu culo salir de mi cama, de la cantidad de fotografías que te hice con la mirada, de las buenas noches inversas o de que lluevan ranas en pleno octubre. Huyo de cobardes (y esa, siempre será mi eterna paradoja). Voy a desintoxicarme, a no beberme tus mañanas, tu ombligo o ese olor a marihuana que bañaba tu piel. Es cierto, que los salientes de tus caderas descoloraron un poco toda mi vida, y es que siempre fuiste de esos que le levantaban la falda a la luna, y encima, la muy puta se dejaba. Pero ya no es que esté buscando esas alas que me queden de puta madre, sino que las estoy encontrando. Créeme, voy a desverterme, a pesar de que no sepas que significa esta palabra.


Escrito por María González Torres. ©

viernes, 16 de mayo de 2014

Carta a María.


Hace dos putos años dejaste de ser tú o empezaste a serlo.
Quien sabe.
Pero me echo de menos.
A ti, que las ojeras nunca te representaron
ahora son una de tus señas de identidad.
El caso es que, es hora de tomárselo menos enserio.
Disfrútalo.
Fuera está cayendo el diluvio universal.
Vuelve a repetirte el 'quien te entienda, que te compre'
y cómprate (aunque no lo entiendas).
Te mereces sobrevivirle,
que si hace tiempo que no escribes
es porque te da miedo abrirte de par en par
ante un papel, porque padeces de todos.
Es la rutina, que te está matando.
Que eso de expectativas vs realidad
nunca lo llevaste demasiado bien,
o lo llevaste a rajatabla, según se mire.
Todo eso de las margaritas sin pétalos,
perder la cuenta de las noches que no sabes si debes a alguien,
las baldosas amarillas que no llevan a portales,
lo de imaginarte en un sitio y luego estar en otro
y echarle la culpa a whatsapp,
que suene 'I just called to say I love you',
pensar en hacerle caso
y que salte el buzón de voz.
Pero bueno, que te voy a decir a ti,
conoces de sobra el resto de tus sin-sentidos, María.
Tú, que siempre quisiste ser brújula, no sé si me entiendes...
Pero que te dejen en paz, solo estás reconstruyéndote
y sonríeme, ya veremos que pasa.

Me he cansado de escribirte,
así que voy a empezar por reescribirme.
Yo también me merezco ser eterna.




Escrito por María González Torres. ©


sábado, 5 de abril de 2014

Texturas.


Yo, ansiosa de soñar,
tengo el insomnio más grande de toda mi vida.
Llevo días buscando el que hacer
empapándome de libros.
Cuesta obtener oxígeno en tierra.
Pero ahogarme en el sudor de lagrimales
ya no es una opción,
pues aprendí que en el fondo del agua
también se puede respirar.
Quizás de haberlo sabido
habría salido corriendo hace tiempo.
Pero nunca supe, y así
resulta fácil ser valiente.
Me he perdido entre las razones de Escandar,
las cosas que no supo responder ni Marwan,
en el cuarto del Mago,
y en las distancias de seguridad de Boza.
Jodidamente perdida.
Para acabar dándome cuenta
que como dice Lena,
la única manera de encontrarme
fue acordándome de ti, maldito.
Y que putada.
Porque lo mejor del sin mí,
era el contigo.
Desde el momento que me di cuenta que caía
en el vacío de esos ojos para llenarme
(no se muy bien de qué).
Las copas de más hace tiempo que las superé,
mi visión, habla y juicio andan afectados.
Atlas se está quedando sin fuerzas para sujetar mi mundo,
mi sentido y mi común hace horas que no se soportan.
Las Navidades de las que habla Andrés nunca llegan
porque tú ya nunca vuelves.
Ernesto y yo seguimos debiendo lunes por doquier
y empiezo a pensar,
que Afrodita nunca ha estado enamorada.



Escrito por María González Torres. ©

sábado, 15 de marzo de 2014

Lo que tu marea no se llevó.


Huye en plena madrugada en coches con sirenas que no llevan mi nombre, pero sucumbe a sus cantos (aunque éstos mientan). Ahí, perdido en mitad de ese océano cree comerse el mundo, y no se come ni el orgullo. Que es muy triste, que se deshagan las camas solas y no seamos nosotros los culpables. Pero lo tengo en cuenta, la sal siempre escuece en heridas abiertas. Mi insomnio, empieza en el mar que bañan tus ojos. Vamos a atar cabos, que al fin y al cabo, nuestra vida no se pierda en un golfo. Y es que las botellas que llegan a mis orillas ya no llevan mensajes, sino el alcohol con el que relleno los vasos de ti. Creí ser superviviente en esta isla desierta, y yo, marinera sin rumbo, sin norte, sin sur, acabé en el naufragio de tus puntos cardinales. Siendo pirata sin tesoro. Navegando sin dirección por las mareas de tu cuerpo. Pero como ya dije, rechazo hundirme. Y por anclarme, me anclo a tu no saber estar, a tu para siempre repleto de nunca jamás. Elegir muerte o mar, daba lo mismo...

Escrito por María González Torres. ©



sábado, 8 de febrero de 2014

Rechazo hundirme.


Debería hacer un poco más, pero vuelvo a los ¿por qué cojones no puedo dejar de mirarte así? Y, ¿qué coño tendré que hacer para que mi corazón no acabe convirtiéndose en tripas? Recuerdo como te sabías el tamaño exacto de mis tetas en comparación con tus manos y que no entendías que no supiera compartir coca-colas, que fuera más de compartir vidas y humo entre las bocas. Ya pensaré que hacer con las 6 restantes que me sobran, por ser gatos pardos en la noche. Que llevo días que no respiro, porque no es tu aliento. Vamos a llovernos, que para ayer, ya era tarde. Vamos a follarnos para crear estaciones donde poder volver a vernos pues no soporto el “yo tan lejos y tú tan guapo”, este estado poetílico constante, este viernes con ansia de venganza de los lunes, desde que tengo restos de domingos en los bolsillos. Recojo segundos para romper los relojes, escribo por eso de no echar a correr y sueño por esto de volver a empezar. Desde 0. Aquí. Ahora.


Escrito por María González Torres. ©

jueves, 23 de enero de 2014

Chica imantada.



He aquí el texto que no debí escribir nunca.
La culpa es suya.

Llevo años dándole vueltas a la misma historia
y aún no he logrado descifrarla.
Llevo ya un tiempo intentando entender(te) en la distancia
y no llenarme de ti en cada vacío que deja tu ausencia.
Una y otra vez en esta espiral de llamadas a las cinco de la mañana
en borracheras en las cuales no recuerdas ni tu nombre.
Pero, de repente, recuerdas el mío.
En resacas de cafés amargos y olvidos arrepentidos.
Llevo días y décadas aferrándome a un kit de supervivencia
el cual, quizás, no exista.
Noches en las que junto las letras que forman la palabra amor,
y solo me sale tu puto nombre.
Me equivoco cada dos por tres estrellándome contra esa pared
que tú nunca construiste pero lleva recuerdos colgados en forma de (auto)retratos.
He dejado miguitas de voz para que encuentres el camino a casa,
tú ven a quererme o a joderme la vida.
Vente a joderme o a quererme la vida.
Que vengas.


Escrito por María González Torres. ©