domingo, 6 de octubre de 2013

La historia de una mujer contada por su esqueleto.


Tú, que tenías unos ojos lunares para quedarse allí a vivir y que pasara el tiempo. Yo, que contigo siempre quise frenar en seco el calendario. Nosotros, que nos envidiaba hasta el mismísimo Ismael Serrano en noches de sofá y manta (o sofá y sexo como quieras llamarlo). Antes, que mi gravedad se sostenía mientras te escondías entre algún delta de nuestros ríos. Ahora, que no es la gravedad lo que me sostiene y a pesar de que la habitación tenga pulmones noto tu asfixia en mis rincones. Lo que te intento decir, lo que intento que entiendas es esa maldita memoria relacional que hace que estés aquí sin estarlo, en cada café de mis mañanas , en retales, en mis libros a medias... Todo, da igual lo absurdo que sea, todo esta relacionado contigo y con tu estúpida manía de desaparecer. Y, la verdad, es paradójico que fueras tú quien soplara para que no me picaran las heridas que tú mismo un día me hiciste.


Escrito por María González Torres. ©