lunes, 23 de marzo de 2015

Pereza.




"Tengo que volver a mi planeta."


Siempre que me doy cinco minutos,
nunca llego.
Ojalá supiera irme sin más.
Pedirte,
por ejemplo,
que me olvides.
Aunque nunca del todo.
O que te quedes,
y sueñes tú conmigo.
Ya ves,
lo bonito de las dudas me lo han contado tus labios.
Todo eso de las personas adecuadas
en momentos inoportunos
(o quizás era al revés),
eso de:
¿habremos aprendido a volar queriendo ser aire?
¿Nos habremos buscado donde las calles no tienen nombre?
O ¿dónde nos habremos dejado la humildad emocional?
Expectativas, esas grandes hijas de puta.
La voz desgastada de quien quiso gritar
y no tuvo palabras.
Que soy experta en eso de castillos en el aire
o vender la leche antes de comprar la vaca.
Pero te gustaba así,
marciana.
Me besabas mientras decías que el mundo podía cambiar.
Aunque no querías que cambiara.
Que sabías el donde,
sin saber el cuando.
Mas ahora toca desaprender,
porque ir en contra de uno mismo
es la mayor manera de ponerse barrotes.
Y una vez convertido en jaula,
difícil es
volver a ser casa.
A pesar de todo,
brindo por nosotros,
que nunca lo fuimos.
Pero fue un placer intentarlo.




Escrito por María González Torres. ©