miércoles, 23 de julio de 2014

Desverterse.





Ya os digo que la vida no es como os imagináis. Yo, que nunca supe ser conmigo, me siento tan gigante (además, tengo una sonrisa a juego, que me queda de miedo). Sigo sin saber querer a medias, tampoco sé echar de más sin echar de menos. Y aún conservo unos cuantos recuerdos crónicos. Estoy ebria de vivir aunque admito que me acojona tener una resaca de muerte. No soporto a los capullos perdona-vidas, a las personas intermitentes, los “no puedes”, los “no debes”. Me estoy volviendo intolerante a Whatsapp y a la superficialidad que se come al planeta. Harta de personas sin vértigo, de no ver tu culo salir de mi cama, de la cantidad de fotografías que te hice con la mirada, de las buenas noches inversas o de que lluevan ranas en pleno octubre. Huyo de cobardes (y esa, siempre será mi eterna paradoja). Voy a desintoxicarme, a no beberme tus mañanas, tu ombligo o ese olor a marihuana que bañaba tu piel. Es cierto, que los salientes de tus caderas descoloraron un poco toda mi vida, y es que siempre fuiste de esos que le levantaban la falda a la luna, y encima, la muy puta se dejaba. Pero ya no es que esté buscando esas alas que me queden de puta madre, sino que las estoy encontrando. Créeme, voy a desverterme, a pesar de que no sepas que significa esta palabra.


Escrito por María González Torres. ©