Nunca
supe como describir Madrid, así que gracias a las “musas”.
Te
vuelvo a dejar Madrid para ti, aún sabiendo que tú no te vas hacer
mucho más feo y que espero que no me eches mucho de menos anda,
carita de tonto. Que ya lo sé, que no hay escaleras que nos lleven
al cielo, porque el cielo de tu paladar es lo que yo entiendo por el
verdadero cielo de la capital. Quizás no pueda
ser tu playa en Madrid, tu chica rapada que en la boca da besos sin
pedir, tu copa rota, tu próximo verano o tu herida... Pero prometo,
siempre que quieras, ser tu paracaídas (a pesar de que tu barba
pueda arañar la piel de otras mujeres). Madrid,
que si todas las frases hablan de ti es porque hay alguien que se ha
encargado de convertir todas las ciudades grandes en pequeños
poemas, pero esta vez, para no dormir.Y no sabes que noche más fea
tienes, Madrid, cuando no te comparto. Quizá
no sea cierto eso de que seamos eternos pero juro que en ese momento
que te encontrabas entre mis piernas llegué a pensar que lo éramos.
Después de tanto tiempo, después de tantos “tantos”, seguirá
lloviendo tal como te dejé y hoy me muero por volver. Por suerte, yo
siempre vuelvo a ti (Madrid). Y a
estas horas, casi siempre encuentro un buen momento para asesinarme.
Y
entre muerte y muerte miro a la ventana,
con
la vana esperanza de ver que Madrid se consume entre llamas. Pero es
otra ciudad la que veo tras la ventana y no hay nadie, más que yo,
entre mis sábanas.
Escrito por María González Torres. ©