Tú,
que tenías unos ojos lunares para quedarse allí a vivir y que
pasara el tiempo. Yo, que contigo siempre quise frenar en seco el
calendario. Nosotros, que nos envidiaba hasta el mismísimo Ismael
Serrano en noches de sofá y manta (o sofá y sexo como quieras
llamarlo). Antes, que mi gravedad se sostenía mientras te escondías
entre algún delta de nuestros ríos. Ahora, que no es la gravedad lo
que me sostiene y a pesar de que la habitación tenga pulmones noto
tu asfixia en mis rincones. Lo que te intento decir, lo que intento que entiendas es esa maldita memoria relacional que hace que estés aquí sin estarlo,
en cada café de mis mañanas , en retales, en mis libros a
medias... Todo, da igual lo absurdo que sea, todo esta relacionado
contigo y con tu estúpida manía de desaparecer. Y, la verdad, es
paradójico que fueras tú quien soplara para que no me picaran las
heridas que tú mismo un día me hiciste.
Escrito por María González Torres. ©